Parte del pensamiento popular es creer que la mutación de un virus es sinónimo de tragedia. Se teme que aparezca una variante genética más agresiva o letal. Sin embargo, «la mayor parte de las mutaciones probablemente no tienen ningún efecto, así como la mayor parte de las variaciones genómicas entre una persona y otra no tienen ningún efecto en materia de enfermedad», señala la científica de la Universidad de Nueva York, Adriana Heguy.

Respecto al COVID-19, el virus SARS-CoV-2, el más estudiado de la actualidad presentó una mutación que ha preocupado a la comunidad científica estadounidense. Ellos la llaman mutación D614G. El doctor Elmer Huerta explica esta mutación señalando que, “el aminoácido que ocupa el lugar 614 en la cadena, que cuando apareció en China era el aminoácido D o ácido aspártico, al llegar a Europa y luego a Estados Unidos, cambió al aminoácido G o glicina”.

En principio, para no levantar alarmas, esta mutación no vuelve al virus más peligroso, no lo dota de mayor agresividad o letalidad. Sin embargo, según los estudios realizados, parece ser que esta mutación vuelve al virus más infeccioso. De acuerdo a la hipótesis del equipo del Laboratorio Nacional de Los Álamos (EE.UU) liderado por la bióloga Bette Korber, el virus mutado se multiplica más en las células humanas, lo que facilita su transmisión entre las personas, pero faltan pruebas definitivas de que esto sea así.

Fuente: El País

En cierto modo, lo hallado por el equipo del Instituto de Investigación Scripps de Florida explicaría la facilidad de transmisión del virus entre los ciudadanos europeos y americanos. En este punto, es necesario resaltar que ser un virus más “infeccioso” no es igual a ser más “letal o mortífero”. Frente a este hallazgo lo primordial es insistir en que los ciudadanos cumplan con los mecanismos de prevención.

También al sur del continente, en Argentina, en el laboratorio del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas en Buenos Aires, un grupo de científicos dirigidos por la microbióloga Josefina Campos están estudiando el genoma del SARS-CoV-2, el cual contiene todo el material genético del virus, aunque han encontrado algunas mutaciones, ninguna presenta algún efecto alarmante.

En general, todos los virus de ARN (como los de influenza, el VIH y el SARS-CoV-2) mutan frecuentemente, sin embargo, este coronavirus muta menos que otros virus. Hay regiones del SARS-CoV-2 que parecen cambiar constantemente, lo cual sugiere que el virus puede tolerar bien esos cambios. En otras regiones, las mutaciones son muy escasas.

Según José Campillo, investigador del origen y evolución de virus en la Universidad Nacional Autónoma de México en Ciudad de México, la proteína exoribonucleasa del virus “es la clave para que el virus mute menos”, pues esta funciona como mecanismo de corrección y al momento de que el SARS-CoV-2, por ejemplo, crea una réplica de su genoma dentro de una célula humana puede detectar errores o mutaciones, regresarse y corregirlas. A veces, por supuesto, se equivoca. Y la nueva copia del coronavirus termina con algunas alteraciones.

Hasta el momento las mutaciones del coronavirus no presentan mayor riesgo del que ya tiene el propio virus, no obstante, según Campos, “la única manera de demostrar si una mutación cambia la manera en que el virus se comporta es realizando un montón de experimentos que llevan bastante tiempo”. Al respecto, la ciencia aún no puede ofrecer respuestas claras sobre si una mutación en el virus SARS-CoV-2 sería más peligrosa.

Por ello, lo más importante de estas investigaciones es saber que una mutación genética es un cambio en una o más letras del genoma, y aunque pueden tener efectos sobre el virus, la mayor parte del tiempo no sucede así. Por lo pronto, las mutaciones de la COVID-19 no deben generar histeria, solo queda esperar a que las investigaciones cumplan con su función y nos alerten cuando sea necesario.